domingo, 19 de febrero de 2023

Cosas que las mujeres no quieren que sepas cuando mantienes una relación

Me considero un corredor impresionante y me gusta experimentar todo tipo de sistemas de entrenamiento. Estas experiencias me llevaron a la creación de mis propios sistemas y proyectos.

Me fuí a vivir a un pueblecito del Pirineo aragonés, un lugar idóneo para entrenar subiendo a los collados. Trabajaba en cualquier cosa, sobretodo en la obra dedicado a hacer mortero y grava según demandaban.

Cuando terminaba de trabajar, me ponía el uniforme de atletismo y me hacía mis 25 - 30 kilómetros ida y vuelta subiendo a la cima de algún cerro, y cuando no, me íba por la ribera del río corriendo por los carriles experimentando todo tipo de series fraccionadas.

Pero un día este mundo acabó y tuve que regresar a mi casa donde mis padres habían envejecido y se movían en situación de dependencia.

Yo, soltero por motivos ideológicos y espirituales, siempre eché ascos a las relaciones comprometidas porque nunca acepté la obligación de aguantar en mi más inmediata intimidad la intrusión de una mujer que me obligue a tener relaciones con personas que no deseo, porque las relaciones obligadas
 me robaban la libertad quedando expuestas todas mis intimidades personales para ser un cencerro a espensas de una Madonna.

Entiendo que la gente diga que es muy bonito compartir, pero por obligación no se comparte nada. Uno se dedica a ser consorte, que es lo mismo que ser proxeneta de una querida que va acostándose con toda la mojama que se ponga por delante para echar un polvo. 

A esto lo llaman amar pero solo se trata de echar un polvo. La pura realidad me mostró en toda la cara la amargura de los desposados, empezando por el marido consentido que echa ascos a espaldas de su mujer. Pero en cuanto la tiene delante es un soldado a las órdenes de una sargento ante la que tiene que cuadrarse y atender sus demandas, para bien o para mal.

Cuando me salía una pretendiente la ponía a prueba invitándola a ir de viaje. Ocurría que pasaban las semanas y la pretendiente iba poniendo trabas a ir de viaje. Pasaban muchos meses y seguía poniendo trabas. Para eso les sirve un marido. A quién oye y a quién escucha?. A la madre de ella.

Para entonces ya la tenía sentenciada. Poco a poco iba rompiendo con ella. Desviaba mis atenciones hacia otros asuntos de importancia para mí y esto la volvía histérica al punto de ser agredido por ella. Si te agrede, vas por buen camino.

Llegado el momento, una vez rota la relación, no la volvía a llamar por no soportar sus llamadas. Ella pretendía subir al siguiente escalón de la relación,  el compromiso, pero yo nunca di ese paso. Desconfiaba de todo el esperpento que movía en mi entorno con el único objetivo de despistarme. No me gustaba la intrusión de su madre y todo lo que rodean los asuntos familiares que no puedo controlar.

Tuve otras relaciones pero cuando iba a ocurrir lo mismo, yo cortaba el esperpento. Nunca me dejé llevar por las caricias, que esconden la aceptación unilateral de relaciones con otros hombres, ese beneplácito obligado en el que se expresa "o lo tomas o lo dejas", para que ella disponga. Ya dispuse yo de mí mismo cuando fuí a playas, campings y viajes donde encontré relaciones sin pedir permiso a ninguna parienta. Porque esos besos sostenidos esconden tantos queridos que ni la furia del deseo es capaz de aplacar.

Yo he disfrutado mareando la perdiz a toda aquella que ha entrado en mi vida con esa intención. 

Llegado el momento he girado hacia el lado opuesto de los intereses de ella, volviendo a los objetivos de mi vida que es mi verdadero camino.

Todos me quieren hacer pasar por tonto, pero soy una persona talentosa con talentos variados. Cuando alguna de mis pretendientes se burlaba de mí, jamás la perdonaba, sentenciaba la relación. Yo no vivo para aguantar chusma ni pensé nunca en sacrificar mi forma de vivir para satisfacer a la cabrona de turno.

Por supuesto esto implicó que la susodicha hablara mal de mí, acoso por un tubo, al punto de decirle a mis amistades que era marica, como poco, además de otros improperios propios de perdedoras.

Un día que entrenaba en la ciudad deportiva me encontré con un viejo conocido de las carreras y me invitó a ver el entrenamiento de un club de balonmano femenino del que era vicepresidente. Cuando me duché tras el entrenamiento fuí al encuentro de mi amigo y vi aquellos entrenamientos.

Mi amigo me explicaba las claves del balonmano y fuí tomando conciencia de este deporte. Antes de irme, mi amigo me presentó al entrenador y le dijo que yo sabía de entrenamiento mogollón. Entonces quedamos en que me uniría al equipo a echar una mano, aunque en un principio no supe qué iba a hacer.

Pronto empecé a corregir fallos de entrenamiento y a meter algunos ejercicios para que el entrenador los ejecutase en la cancha bajo la atenta mirada de mi amigo vicepresidente.

Las jugadoras eran todas muy atractivas pero me mantuve a un nivel de distancia aceptable para impedir roces. Empezó a gustarme el balonmano femenino y con el tiempo fuí aportando al equipo numerosas claves que solo yo puedo entender.

El equipo empezó a jugar muy distinto al equipo chatarrero que conocí y subió de categoría. Llegado el momento estuvo en la encrucijada de ganar el primer título de su historia en tan bello deporte. Y lo ganó. 

Por primera vez en mi vida me sentí realmente satisfecho de ayudar a las mujeres, y con mucho que ofrecer y dar al mundo femenino sin importar mis propios intereses.


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