sábado, 4 de febrero de 2023

Manuel, el gitano que se casó con la mujer que más quería

Manuel era un gitano muy agresivo que se había casado por el rito propio obligado por su padre merced a un arreglo entre familias.

Él nunca quiso a esa mujer por muy bella que le pareciera a las mujeres y hombres de su familia pero no le quedó otra. No la deseó nunca a pesar de que le dio dos hijos.

Él tenía en mente dejar pasar el tiempo y después buscarse otra mujer. Siempre iba con un bastón chapado con acero en la contera con bellos adornos hechos a mano por todo el caño hasta la empuñadura forrada en cuero.

No era un bastón simple sino uno que daba miedo verlo colgando de su brazo, flexible y listo para ser usado contra cualquier agresor o agresión.

Conoció en un barrio marginal a una mujer gorda que padecía obesidad mórbida no extremadamente severa sino aceptable. Desde el primer momento hicieron amistad y sentía que tenía una amiga en quien confiar.

Le gustaba hablar y pasar con ella las horas muertas y intimaron hasta el punto que no volvió a su casa con su mujer y se quedó a vivir en la casa de su amada.

Él pensaba pedir el divorcio pero se encontró con la oposición de toda su familia y la familia de ella. Pero lo cierto es que el divorcio ha existido desde siempre entre las familias gitanas y considerado como natural cuando un matrimonio no puede convivir juntos por la cuestión que sea que uno no puede mandarse a cambiar y si hay signos que lo justifiquen, es aceptado y la pareja queda en libertad.

Manuel se limitó a seguir lo que le dictaban sus sentimientos y no los intereses familiares y su divorcio fue aceptado. Pero la ya ex mujer lo consideró una afrenta a su persona perder a su marido en favor de una gorda paya sin más atractivos que su cuerpo fofo.

La pareja se vio obligada a cambiar de ciudad para formar un hogar seguro para sus hijos y se fueron a vivir donde Manuel tenía amigos de correrías que le encontraron una cueva donde pareja se instaló.

Un día iban andando por unas callejuelas, Manuel con el bastón en ristre al lado de su mujer, fueron asaltados por un grupo de al menos cinco hombres y una mujer que los comandaba a la que reconoció como su ex esposa. Él cogió rápido de la empuñadura de su bastón y lo movió de lado a lado y de arriba a abajo atizando golpes y protegiendo a su mujer gritando como un lobo acorralado.

Maldecía como un demonio a pesar de que llevaba las de perder. Los gritos alarmaron a los vecinos y llamaron a la policía. En la pelea consiguieron agarrar a Manuel para entre tres y los otros terminaron de sujetarlo, entonces su ex mujer se acercó y con un cuchillo le marcó la cara y le dijo: "Ahora estamos en paz".
Lo hizo arrodillar y le golpeó con su bastón hasta que los hombres que la acompañaban, hermanos y primos, la pararon.

Le quitaron el bastón de las manos y por último miró a la mujer que por su aspecto supo que estaba embarazada. Se fue yendo llorando abrazada por los hombres miembros de su familia, pero justo en eso momento quedó atrapada en la calle con la policía apuntando con sus armas ordenando que se echaran al suelo con las manos separadas del cuerpo.

Los hombres obedecieron pero ella no. Le pidieron que se echara en el suelo y como no obedecía el mando de policía disparó con su arma un tiro de advertencia que silbó cerca de su cabeza y ella se arrojó al suelo de inmediato asustada al punto que le costaba respirar.

La policía les cogió las manos y los esposaron por detrás en el suelo cuando apareció la ambulancia y atendieron a Manuel y a su mujer bañada en lágrimas. Lo levantaron y pudo andar hasta el coche y miró a su ex mujer que la elevaban en volandas para meterla en el furgón.

Se echó en la camilla con su esposa al lado sin parar de llorar y preguntó por el bastón que había recogido su mujer y se lo puso en la camilla, él acarició la empuñadura agradecido mientras el médico le decía que el corte era sano y no dejaría ninguna marca.

Y Manuel se echó a llorar por primera vez en muchos años.



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