Manuel era un gitano muy agresivo que se había casado por el rito propio obligado por su padre merced a un arreglo entre familias.
Él
nunca quiso a esa mujer por muy bella que le pareciera a las mujeres
y hombres de su familia pero no le quedó otra. No la deseó nunca a
pesar de que le dio dos hijos.
Él tenía en mente dejar
pasar el tiempo y después buscarse otra mujer. Siempre iba con un
bastón chapado con acero en la contera con bellos adornos hechos a
mano por todo el caño hasta la empuñadura forrada en cuero.
No
era un bastón simple sino uno que daba miedo verlo colgando de su
brazo, flexible y listo para ser usado contra cualquier agresor o
agresión.
Conoció en un barrio marginal a una mujer
gorda que padecía obesidad mórbida no extremadamente severa sino
aceptable. Desde el primer momento hicieron amistad y sentía que
tenía una amiga en quien confiar.
Le
gustaba hablar y pasar con ella las horas muertas y intimaron hasta
el punto que no volvió a su casa con su mujer y se quedó a vivir en
la casa de su amada.
Él pensaba pedir el divorcio pero
se encontró con la oposición de toda su familia y la familia de
ella. Pero lo cierto es que el divorcio ha existido desde siempre
entre las familias gitanas y considerado como natural cuando un
matrimonio no puede convivir juntos por la cuestión que sea que uno
no puede mandarse a cambiar y si hay signos que lo justifiquen, es
aceptado y la pareja queda en libertad.
Manuel se limitó
a seguir lo que le dictaban sus sentimientos y no los intereses
familiares y su divorcio fue aceptado. Pero la ya ex mujer lo
consideró una afrenta a su persona perder a su marido en favor de
una gorda paya sin más atractivos que su cuerpo fofo.
La
pareja se vio obligada a cambiar de ciudad para formar un hogar
seguro para sus hijos y se fueron a vivir donde Manuel tenía amigos
de correrías que le encontraron una cueva donde pareja se instaló.
Un día iban andando por unas callejuelas, Manuel con el
bastón en ristre al lado de su mujer, fueron asaltados por un grupo
de al menos cinco hombres y una mujer que los comandaba a la que
reconoció como su ex esposa. Él cogió rápido de la empuñadura de
su bastón y lo movió de lado a lado y de arriba a abajo atizando
golpes y protegiendo a su mujer gritando como un lobo acorralado.
Maldecía como un demonio a pesar de que llevaba las de
perder. Los gritos alarmaron a los vecinos y llamaron a la policía.
En la pelea consiguieron agarrar a Manuel para entre tres y los otros
terminaron de sujetarlo, entonces su ex mujer se acercó y con un
cuchillo le marcó la cara y le dijo: "Ahora estamos en paz".
Lo hizo arrodillar y le golpeó con su bastón hasta que los
hombres que la acompañaban, hermanos y primos, la pararon.
Le
quitaron el bastón de las manos y por último miró a la mujer que
por su aspecto supo que estaba embarazada. Se fue yendo llorando
abrazada por los hombres miembros de su familia, pero justo en eso
momento quedó atrapada en la calle con la policía apuntando con sus
armas ordenando que se echaran al suelo con las manos separadas del
cuerpo.
Los hombres obedecieron pero ella no. Le pidieron
que se echara en el suelo y como no obedecía el mando de policía
disparó con su arma un tiro de advertencia que silbó cerca de su
cabeza y ella se arrojó al suelo de inmediato asustada al punto que
le costaba respirar.
La policía les cogió las manos y
los esposaron por detrás en el suelo cuando apareció la ambulancia
y atendieron a Manuel y a su mujer bañada en lágrimas. Lo
levantaron y pudo andar hasta el coche y miró a su ex mujer que la
elevaban en volandas para meterla en el furgón.
Se echó
en la camilla con su esposa al lado sin parar de llorar y preguntó
por el bastón que había recogido su mujer y se lo puso en la
camilla, él acarició la empuñadura agradecido mientras el médico
le decía que el corte era sano y no dejaría ninguna marca.
Y
Manuel se echó a llorar por primera vez en muchos años.
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