Soy
Benito y os quiero contar que llevaba varios años viviendo en una
habitación de una gran casa familiar, La Casona.
Soy
un trabajador eventual cuya eventualidad se me extendió por varios
años porque me consideraban un gran trabajador.
Esto
me procuraba seguir trabajando y que cuando terminaba un trabajo me
salía en otro en otro sitio.
Cada cierto tiempo me tomaba
una semana de vacaciones para renovar las ganas de trabajar y viajaba
más de mil kilómetros para pasar unos días viendo a mis padres.
Alquilaba
un coche por una semana y me iba recorriendo todo el país. Había
vivido durante mi temprana juventud en otros lugares antes que donde
vivía actualmente. Aprovechaba para visitat personas que conocía
desde entonces y cuya amistad estimaba.
Los días de
descanso en el trabajo con puentes festivos tal vez me iba del
pueblo. Cogía el autobús a la capital de la comarca o a la gran
ciudad y me hospedaba en algún hotel por varios días.
A veces,
la señora de la Casona me invitaba a comer con toda la familia. Yo
que soy un solitario desde joven y tengo treinta años, pasaba de las
rencillas existentes en la familia de la señora, evitaba los roces
familiares mudi y callado sin entrometerme.
Siempre
he huído de estos asuntos porque los he vivido muy fuertes y graves.
Seguía siendo soltero y sin compromiso por la misma cuestión, para
ir donde yo quisiera sin dar cuentas a nadie.
Un día
estaba en la capital de la comarca y me encontré con la hija de la
prima de la dueña de La Casona, una joven que creo que terminaba su
último año en el instituto antes de acceder a la universidad.
Como
éramos amigos invité a Lola a un café y hablamos un buen rato de
cosas sencillas y banales. Ella estaba en su hora de descanso del
instituto y me contó que estaba en el último año y que en la
universidad estudiaría farmacia.
Yo estaba de compras de
pocas cosas necesarias y coger el único autobús al día que había
por entonces que salía por la tarde para volver al pueblo.
Lola
dejó claro que pensaba estudiar farmacia en la universidad una vez
terminado el instituto.
Tuvimos
una conversación de apenas media hora que me contó que por la
tarde cogería el autobús para ir a su pueblo. Sus padres solo iban
al pueblo de la montaña cuando las obligaciones del pueblo donde
vivían se lo permitían.
Tenian
una casa propia varias calles alejadas de La Casona y era la madre la
que tenía sus orígenes en el pueblo de la montaña.
La
familia pues está muy repartida por la comarca y más lejos, incluso
en Barcelona, porque en un pueblo pequeño sin recursos que repartir
excepto la ganadería solo crea emigrantes para recibir inmigrantes
temporales.
Un
día llegué a La Casona con uno de mis coches alquilados para
recoger equipaje y viajar a ver a mis padres, pues mi hogar está a
mil trescientos kilómetros de La Casona.
La
dueña de la casa estaba en el salón hablando con su prima, la madre
de Lola cuando yo me disponía a subir a la primera planta y bajar mi
equipaje al coche aparcado en la entrada del edificio.
Entré
y las saludé diciéndole a la señora que estaba a punto de irme. La
dueña de la casa me hizo sentar con ellas y me relajé un rato
oyéndolas hablar.
Me abstraí en mis pensamientos sin
percibir que hablaban de mí. No prestaba atención a lo que decían,
estaba muy relajado de lo bien que me sentía absorto en los detalles
de mi inminente marcha por una semana.
De
repente la dueña se alteró por las palabras que acababa de decir
Lola a su madre y vi que se me quedaron mirando.
La señora
me preguntó si había oído lo que decía Lola. No terminé por
enterarme y me lo dijo por enésima vez con las tres mirándome cómo
esperando una reacción.
Me
preguntó si no me había enterado de lo que le había dicho Lola a
su madre. Yo le dije que no. Entonces la señora me lo volvió a
repetir que Lola le había dicho a su madre que quería "venirse
conmigo de viaje."
Yo, asombrado, no sabía qué
decir. Me habían puesto a prueba y tenía que salir de algún modo.
Pensé rápido una solución pues la madre de Lola que siempre se
había portado de maravilla conmigo, me miraba sin hablar.
Entonces,
le dije a Lola que se viniese, que la invitaba. Pero ella gritó "No
me deja." Y la madre hizo ademán de pegarle.
La
situación no me gustaba nada. Había pasado de estar relajado y
abstraído a verme en un dilema provocado supuestamente por la joven
Lola.
Pero
ocurre una cosa que ellas ignoraban. Yo comencé a viajar muy joven.
Con dieciocho años recién cumplidos ya vivía en Benidorm
totalmente solo.
Conseguirlo
no me resultó gratuito. Me procuró mucho sufrimiento en forma de
palizas, que se quedaran con el dinero de los trabajos donde me
hacían trabajar o que me sacarán de las discotecas sufriendo
fuertes castigos.
También
me procuró que los compañeros de trabajo e incluso mi propio
hermano, me acosaran para que me despidieran o mi padre lleno de
cólera por los motivos que le contaban, me tratara con malos tratos
como echarme la olla hirviendo por la cabeza, y no solo un día, sino
todos los días durante meses.
Hasta
que cogí una maleta, metí lo preciso y necesario y me largué
cogiendo un tren a Valencia. Y desde entonces hasta aquel día. Me
gané mi libertad tras sufrir en el yugo.
Así
que viajar a mi ciudad y a la casa que tenía allí para ver a mis
padres, era un acto de acción profundamente espiritual.
Estar
tres días repartiendo mi visita entre mis padres por separados era
pasar por encima de las heridas que nos separan para tener un
encuentro que nos una.
Después
cuatro días, no regresaba al pueblo directamente. Me movía por todo
el pais visitando aquellos lugares donde en mi largo viaje en
solitario me detuve a reflexionar tanto, que de tanto cavilar dejé
de ser un adolescente para convertirme en otra persona con mi propio
pensamiento. Y de camino visitaba personas con quienes me unía una
larga amistad.
-
Si lo que quieres es venirte, te invito. Tráete un poco de dinero,
coge ropa y lo que necesites - le dije a Lola.
-
Mi madre no me deja!! - me gritó.
Ella
dejó pretendía que yo le hiciese el trabajo. O sea quería que me
enfrentase a la madre para pedirle que la dejase venir conmigo.
Lo
que hice pues me dolió, pero es lo que hay. Le volví a repetir lo
que hacía durante el viaje y que si quería venir pues estaba
invitada.
De
ningún modo iba a pedir a su madre que la dejase venir conmigo.
Menos aún sabiendo que las chicas jóvenes siempre andan con el
doble rasero y no sería la primera que me quiere meter en líos.
Así
que esa experiencia que tengo sobre situaciones se dibujaron como
escenas de lo mucho que me costó conseguir que mis padres aceptasen
mi libertad y forma de vivir. Costó muchos sudores, peleas,
lágrimas, palos, palizas, etcétera.
Y
en ese momento una niñata gilipollas pensó que meterme en problemas
con alguien que yo estimaba para que luche y me esfuerce por algo que
le corresponde a ella.
Miré
a la madre de Lola, una buena amiga y miré a la señora. Tras una
pausa me dirigí a Lola con toda la claridad del mundo.
-
Si quieres venirte, vente. Estás invitada. Así que si quieres
viajar conmigo, habla con tu madre. Yo voy arriba y bajo al coche. Te
espero.
Y abandoné el salón saludando a la señora. Subí
a mi habitación a recoger mis cosas y las metí en el maletero del
coche.
Volví
al salón a despedirme.
-
Hola, ya tengo todo en el coche. Te estoy esperando si quieres venir
de viaje, sin problemas – le dije a Lola.
Pero
ella miró a la madre que no se atrevía a moverse en mi presencia
mirando a su hija, y cuando cerraba la puerta Lola grito:
-
¡¡Mi madre no me deja!! - y su madre hizo ademán de pegarle pero
ni siquiera la rozó.
Volví a subir a mi habitación y
todo estaba en orden. Bajé al coche, arreglé todo, me senté al
volante, encendí el motor, y antes de ponerme en marcha toqué el
claxon varias veces.
Pero
ni Lola ni la madre ni la señora salieron a la puerta a pesar que
esperé un momento por si cambiaban de opinión.
Así
que me puse en marcha y despacito atravesé los muros del patio de La
Casona, giré por la calleja hasta la plaza de la iglesia, y bajé
toda la calle hasta el llano para salir del pueblo por la carretera
comarcal. Así inicié mi enésimo largo viaje espiritual bien
merecido tras varios meses de trabajo.
Una
semana después regresé al pueblo renovado con el único objetivo de
ponerme a trabajar.
Disfrutar
de mis viajes espirituales y visitar a mis padres me equilibraba. Era
mi vida y me gustaba con toda mi libertad.
Lo ocurría
algunas veces en esos días de comida familiar a los que me invitaban
en la Casona, tenía que ver con que estuviera el padre de Lola, un
personaje ignorante y arrogante, imbécil y amargado.
No
sería la primera vez que tuve que soportar con amargura uno de sus
berrinches y problemas de personalidad.
Aceptaba
la invitación porque lo normal era que estuviese en su pueblo del
llano pero el individuo era un sin vivir.
El
energúmeno no entendía cómo podía vivir soltero y sin compromiso.
Pretendía enseñarme cómo entender la vida y vivir. No podía
soportar que pudiera disfrutar de mi dinero y mi trabajo, que tildaba
de verdadera mierda.
Se
escondía tras la máscara un verdadero capullo que liberaba sus
tensiones con personas humildes como yo. Un experto en dar berrinches
como buen cornudo.
Siempre
que podía según quién nos acompañaba, me daba un concierto en Sol
Mayor.
Yo
me portaba pasando completamente del individuo pero se volvía
violento con las palabras hablando en voz muy alta que no era raro
que escucharan los vecinos colindantes. En cualquier momento podía
darle lo mismo un pronto que un patatús.
-
¿Cómo te ha ido el viaje? - me preguntó.
Su
mujer seguramente le contó lo que su hija la víspera. La señora
quiso intervenir pero su prima la hizo callar como diciendo que no
pasaba nada, que solo estábamos dialogando. El berrinche del cornudo
estaba por llegar.
- Habrás pensado en tu futuro ya que
el trabajo que tienes es una verdadera mierda - continuó – Además
me han contado lo de mi prima de Lleida que conociste paseando por
las calles cercanas a la universidad.
Esto
es lo que le gusta!. Eeeeehhhh!. Te ligas a mi prima. Te casas con
ella y todo queda en familia. Eeeeehhh?? Qué listo eres! - me
soltaba el individuo.
Yo
esa chica rubia que conocí caminando ni sabía que era una de sus
primas. Fue pura casualidad.
- Si te crees lo que dices
vas bastante equivocado. Que esa rubia grande y hermosa sea tu prima
es pura coincidencia. No la había visto nunca - le respondí.
Me
entraron ganas de contarle cómo son los cuernos que le hacen tanta
pupa porque ni ahora casado o nunca soltero dejaría de ser un
pringado.
A veces se inflaba y parecía estallar. Sus
comentarios rozaban lo obsceno.
-
No te vayas por donde no. El trabajo que tienes es una verdadera
mierda.
Conducir
el camión de una cooperativa no pintaba nada.
Comentaba
con otros en la mesa.
-
Mira el Benito que listo es. No está casado. Vive del cuento. No
paga impuestos al Estado.¿Cómo se entiende que un tío soltero
pueda irse de viaje cuando le sale los cojones?. Porque no tiene a
nadie a quien mantener. Hace falta que lo pongan en su sitio como
Dios manda. Es un vividor que tiene una paga del Estado y aquí le
damos trabajos de mierda.
Por
supuesto no aceptaría ningún trabajo de este individuo.
La
señora le volvió a regañar seriamente y lo distrajo para permitir
que me fuera. El hombre echaba pestes por la boca. Eran las palabras
de un verdadero imbécil, amargado y sádico.
En los
siguientes años no volví a ver nunca más a Lola. Ni siquiera subía
al pueblo. Su padre sigue siendo un energúmeno.
Un
día decidí irme rechazando trabajos mejores. Necesitaba un año
sabático.