Bernardo acababa de llegar a la recepción del camping de Sevilla, ciudad que le gustaba para quedarse unos días y hacer correrías nocturnas por los bares del centro de la ciudad.
Rellenó su ficha del camping y el recepcionista la colocó en Entradas. Se echó su mochila en la espalda y paseó por los nichos de la acampada buscando un buen lugar donde colocarse.
Había dos mujeres plantando una tienda de campaña y decidió plantar su tienda en la parcela junto a ellas. Intentaba clavar en el suelo las estacas de la tienda de campaña con una piedra, pero no ejercía la presión correcta para que se clavaran y se doblaban.
Justo apareció la chica más alta y le cedió su mazo para que diese presión correcta a las estacas. Así fue fácil y consiguió que la tienda estuviese bien montada.
Devolvió el mazo con una sonrisa y se puso a meter sus cosas ordenadamente dentro de la tienda. Cogió los enseres de baño y fue a darse una buena ducha.
Más tarde, cuando hubo anochecido, se vistió para ir al bar del camping y se encontró con sus vecinas que le invitaron a sentarse con ellas.
Tuvieron una animada velada y le preguntaron qué hacía él por Sevilla. Manu les contó que solía venir para recorrer los bares de la ciudad durante tres días aproximadamente antes de irse para algún otro sitio. Tenía previsto ir en un par de días a un camping por la zona de Punta Umbría en Huelva.
Ellas desconocían esa zona, eran de Ámsterdam, Holanda. La más rubia era más alta que Bernardo y se llamaba Agnes y la otra más bajita se llamaba Anneke.
Les conto que era una zona magnifica donde el río Piedras en su desembocadura, dejaba una barra de tierra que se llama Barra de Terrón o de El Rompido, que se alargaba a lo largo de una decena de kilómetros atravesada hasta cerca de Punta Umbría, separando el océano del curso del río.
Habían comido bien en el local y ellas pidieron unas copas de crema de whisky. Bernardo pidió un Sol y Sombra que le sirvieron de inmediato.
Ellas se quedaron estupefactas de oír ese nombre, y pidieron lo mismo lo mismo sin saber qué era. El camarero apareció con tres copas gigantes y las cargó mitad de coñac y mitad de anís con tres cubitos de hielo, una bebida magnífica para romper la tensión y relajarse.
Sin darse apenas cuenta se relajaron y se reían a carcajadas de cualquier ocurrencia. Parecían entenderse a pesar de que Bernardo no sabía ni papa de inglés ni ella ni papa de español, lo que no impedía la transcripción de las palabras, el entendimiento, y llegado el momento ellas le pidieron a Bernardo ir juntos a ese sitio tan hermoso.
Decidieron salir aquella noche por Sevilla y pidieron un taxi en recepción. Cuando regresaron venían bien cargados los tres. Se habían divertido muchísimo y caminaban agarrados por el camping casi sin gritar para no despertar a la gente a esas horas de la madrugada.
No podían evitar las risitas y los besitos entre los tres. Manu fue al baño a orinar y cuando volvió abrió su tienda de campaña para entrar y dormir, justo que Agnes y Anneke lo agarraron y le hicieron entrar en su tienda. Lo desnudaron y durmieron con el resto de la noche y parte del día.
Por la tarde cogieron un tren a Huelva y cuando llegaron era tan tarde que no había autobuses en dirección a Punta Umbría y por consiguiente tampoco hacia El Rompido hasta la mañana siguiente.
Preguntaron a un taxista y al final este les hizo una oferta que aceptaron. Llegaron de madrugada al camping de El Rompido y vieron que había una luz tenue en recepción.
El vigilante de recepción les dijo que accedieran y montaran la tienda de campaña y rellenaran la ficha por la mañana. Montaron la tienda y se dieron cuenta que tenían mucha hambre, que no habían comido en todo el día.
Ellas tenían un huevo, un camping gas y una sartén. Hicieron el huevo, lo partieron en tres partes y lo devoraron. Después se metieron en la tienda de campaña y durmieron hasta el mediodía.
Rellenaron las fichas y compraron comida en abundancia para comer antes de ir a la playa. Después cruzaron la carretera de El Rompido y corrieron entre los árboles por encima de la arena para llegar a la orilla. Se bañaron en el agua dulce salada y admiraron aquel espléndido paisaje lleno de luz y olores oceánicos.
Por la noche acudieron a una fiesta en la playa y cuando todos se dispersaron se quedaron los tres solos. Agnes y Anneke hablaron en su idioma sin que Bernardo pudiera entender qué hablaban.
Asombrado, Anneke que hablaba mejor español le dijo que estaba muy cansada y se iba a dormir y lo dejó a solas con la gigante rubia Agnes que despertó su pasión amorosa y lo guió entre sus piernas.
Abrazándolo entre sus pechos lo llenó de besos hasta que obtuvo de su cuerpo toda su simiente vaciándose dentro del cuerpo de ella.
Al cabo de un rato le dijo a Bernardo que iba a tener un hijo, que no se había puesto nada para evitar el embarazo. Bernardo se asustó y pareció que el corazón le fuera a estallar.
Le pidió que se lavara como si aquello pudiese evitar el embarazo sin saber qué hacer, horrorizado por la forma de actuar de Agnes. Ella se lavó sus partes sin mucho convencimiento de intentar envitar su supuesto embarazo. Bernardo la observó muy apesadumbrado.
Solo tenía veinticuatro años y no había decidido qué hacer con su vida. No aceptaba que Agnes le presionara sin darle ninguna oportunidad a decidir.
Se rebelaba a la idea de que alguien pudiera decidir su futuro. No consiguió de Agnes ninguna disculpa por aquella posible mentira y su forma de actuar le torturaba.
Volvieron al camping de inmediato, sacó sus cosas de la tienda donde dormía Anneke y se sorprendió que estuviese despierta.
Sentía su pecho oprimido y desorientado, caminó por el camping hasta que decidió montar su tienda alejado de ellas lo suficientemente lejos para poder respirar.
Le caían lágrimas que mojaban su rostro lleno de pesadumbre. Sentía cansancio, el jaque mate de Agnes le había cruzado los cables. Cuando terminó de montar colocó todo dentro, cerró y se quedó dormido de inmediato.
A la mañana siguiente hizo una llamada telefónica en la recepción para que le enviarán dinero al camping. Pensaba irse nada más lo recibiera.
No podía aguantar la idea de que alguien se tomase la libertad de decidir su destino y hacer con su vida lo que le diera la gana. Fue al supermercado y hizo acopio de comida.
Cuando estaba dentro de su tienda poniendo en orden todo lo comprado, apareció Agnes y pidió permiso para pasar dentro de la tienda.
La reacción inmediata y fulminante de Bernardo lo pilló a él mismo por sorpresa. Nunca esperó contestar de esa manera a Agnes ni a nadie.
Gritó con contundencia un NO rotundo a Agnes agobiado por la situación. Vio el ceño fruncido en el rostro de Agnes que ahora también sufría y le pesaba como una losa la situación. Bernardo prácticamente la echó.
La reacción inmediata de Bernardo fue salir fuera de la tienda de campaña, quitar las estacas y arrastrarla para poner más distancia entre ella y él.
Fue un momento verdaderamente grave y agobiante que Bernardo intentó liberarse de aquella persona que le presionaba y le castigaba.
Anneke, posteriormente intentó mediar entre los dos. Sabía que le faltaba dinero para irse y entró por ahí para decirle que ellas podían prestarle.
Bernardo lo rechazó. Le contó lo que pasó con Agnes en la playa y Anneke intentó justificar y disculpar a Agnes. La conversación le dejó la clara evidencia de que Agnes no entendía de arrepentimiento sino que pretendía coartarle su libertad de decidir por imposición.
Pasaron los días mientras esperaba la llegada de su dinero y Agnes nunca le pidió perdón. Nunca se disculpó. No sería la primera vez que intentó que la dejase pasar dentro de su tienda de campaña para entrar en su intimidad.
A los pocos días Bernardo recibió su dinero. Desmontó la tienda y preparó la mochila para irse. Pagó su estancia en el camping antes de dirigirse a la parada del autobús.
Entonces quiso devolver todo su sufrimiento a quien se lo había creado. Pasó por la tienda de campaña de Anneke y Agnes, y no estaban. Miró en el bar y tampoco. Fue a la playa y las vio sobre la arena a lo lejos. Empezó a andar por la orilla y tardó un rato largo en llegar a ellas.
Lo vieron llegar desde el principio y cuando llegó, amablemente les dijo que se iba, le dio un beso a Anneke que ella no rechazó.
Le dio un beso a Agnes en todos los morros sintiendo sus labios ardientes que para su sorpresa tampoco rechazó. Miró su cara pálida con aspecto mortecino y sus grandes ojos recibiendo toda la tensión de vuelta, dió la vuelta y se marchó por donde había llegado.
Regresó sobre sus pasos y caminó por la orilla de vuelta al camping, incluso corrió un poco para alejarse de ellas. Cuando llegó a la altura del camping volvió su rostro para verlas por última vez a lo lejos, antes de dejar la orilla, atravesar la arena y llegar al camping cruzando la carretera de El Rompido.
A poco llegó el autobús a Huelva y no volvió a mirar hacia atrás.