jueves, 2 de febrero de 2023

Bernardo, el viajero que embarazó a la holandesa en el camping Catapún de El Rompido, Huelva

Bernardo acababa de llegar a la recepción del camping de Sevilla, ciudad que le gustaba para quedarse unos días y hacer correrías nocturnas por los bares del centro de la ciudad.

Rellenó su ficha del camping y el recepcionista la colocó en Entradas. Se echó su mochila en la espalda y paseó por los nichos de la acampada buscando un buen lugar donde colocarse.

Había dos mujeres plantando una tienda de campaña y decidió plantar su tienda en la parcela junto a ellas. Intentaba clavar en el suelo las estacas de la tienda de campaña con una piedra, pero no ejercía la presión correcta para que se clavaran y se doblaban.

Justo apareció la chica más alta y le cedió su mazo para que diese presión correcta a las estacas. Así fue fácil y consiguió que la tienda estuviese bien montada.

Devolvió el mazo con una sonrisa y se puso a meter sus cosas ordenadamente dentro de la tienda. Cogió los enseres de baño y fue a darse una buena ducha.

Más tarde, cuando hubo anochecido, se vistió para ir al bar del camping y se encontró con sus vecinas que le invitaron a sentarse con ellas.


Tuvieron una animada velada y le preguntaron qué hacía él por Sevilla. Manu les contó que solía venir para recorrer los bares de la ciudad durante tres días aproximadamente antes de irse para algún otro sitio. Tenía previsto ir en un par de días a un camping por la zona de Punta Umbría en Huelva.

Ellas desconocían esa zona, eran de Ámsterdam, Holanda. La más rubia era más alta que Bernardo y se llamaba Agnes y la otra más bajita se llamaba Anneke. 

Les conto que era una zona magnifica donde el río Piedras en su desembocadura, dejaba una barra de tierra que se llama Barra de Terrón o de El Rompido, que se alargaba a lo largo de una decena de kilómetros atravesada hasta cerca de Punta Umbría, separando el océano del curso del río. 

Habían comido bien en el local y ellas pidieron unas copas de crema de whisky. Bernardo pidió un Sol y Sombra que le sirvieron de inmediato.

Ellas se quedaron estupefactas de oír ese nombre, y pidieron lo mismo lo mismo sin saber qué era. El camarero apareció con tres copas gigantes  y las cargó mitad de coñac y mitad de anís con tres cubitos de hielo, una bebida magnífica para romper la tensión y relajarse.

Sin darse apenas cuenta se relajaron y se reían a carcajadas de cualquier ocurrencia. Parecían entenderse a pesar de que Bernardo no sabía ni papa de inglés ni ella ni papa de español, lo que no impedía la transcripción de las palabras, el entendimiento, y llegado el momento ellas le pidieron a Bernardo ir juntos a ese sitio tan hermoso.

Decidieron salir aquella noche por Sevilla y pidieron un taxi en recepción. Cuando regresaron venían bien cargados los tres. Se habían divertido muchísimo y caminaban agarrados por el camping casi sin gritar para no despertar a la gente a esas horas de la madrugada.

No podían evitar las risitas y los besitos entre los tres. Manu fue al baño a orinar y cuando volvió abrió su tienda de campaña para entrar y dormir, justo que Agnes y Anneke lo agarraron y le hicieron entrar en su tienda. Lo desnudaron y durmieron con el resto de la noche y parte del día.

Por la tarde cogieron un tren a Huelva y cuando llegaron era tan tarde que no había autobuses en dirección a Punta Umbría y por consiguiente tampoco hacia El Rompido hasta la mañana siguiente.

Preguntaron a un taxista y al final este les hizo una oferta que aceptaron. Llegaron de madrugada al camping de El Rompido y vieron que había una luz tenue en recepción. 

El vigilante de recepción les dijo que accedieran y montaran la tienda de campaña y rellenaran la ficha por la mañana. Montaron la tienda y se dieron cuenta que tenían mucha hambre, que no habían comido en todo el día.

Ellas tenían un huevo, un camping gas y una sartén. Hicieron el huevo, lo partieron en tres partes y lo devoraron. Después se metieron en la tienda de campaña y durmieron hasta el mediodía.

Rellenaron las fichas y compraron comida en abundancia para comer antes de ir a la playa. Después cruzaron la carretera de El Rompido y corrieron entre los árboles por encima de la arena para llegar a la orilla. Se bañaron en el agua dulce salada y admiraron aquel espléndido paisaje lleno de luz y olores oceánicos.

Por la noche acudieron a una fiesta en la playa y cuando todos se dispersaron se quedaron los tres solos. Agnes y Anneke hablaron en su idioma sin que Bernardo pudiera entender qué hablaban.


Asombrado, Anneke que hablaba mejor español le dijo que estaba muy cansada y se iba a dormir y lo dejó a solas con la gigante rubia Agnes que despertó su pasión amorosa y lo guió entre sus piernas.

Abrazándolo entre sus pechos lo llenó de besos hasta que obtuvo de su cuerpo toda su simiente vaciándose dentro del cuerpo de ella.


Al cabo de un rato le dijo a Bernardo que iba a tener un hijo, que no se había puesto nada para evitar el embarazo. Bernardo se asustó y pareció que el corazón le fuera a estallar. 

Le pidió que se lavara como si aquello pudiese evitar el embarazo sin saber qué hacer, horrorizado por la forma de actuar de Agnes. Ella se lavó sus partes sin mucho convencimiento de intentar envitar su supuesto embarazo. Bernardo la observó muy apesadumbrado.


Solo tenía veinticuatro años y no había decidido qué hacer con su vida. No aceptaba que Agnes le presionara sin darle ninguna oportunidad a decidir. 

Se rebelaba a la idea de que alguien pudiera decidir su futuro. No consiguió de Agnes ninguna disculpa por aquella posible mentira y su forma de actuar le torturaba.

Volvieron al camping de inmediato, sacó sus cosas de la tienda donde dormía Anneke y se sorprendió que estuviese despierta. 

Sentía su pecho oprimido y desorientado, caminó por el camping hasta que decidió montar su tienda alejado de ellas lo suficientemente lejos para poder respirar.

Le caían lágrimas que mojaban su rostro lleno de pesadumbre. Sentía cansancio, el jaque mate de Agnes le había cruzado los cables. Cuando terminó de montar colocó todo dentro, cerró y se quedó dormido de inmediato.


A la mañana siguiente hizo una llamada telefónica en la recepción para que le enviarán dinero al camping. Pensaba irse nada más lo recibiera. 

No podía aguantar la idea de que alguien se tomase la libertad de decidir su destino y hacer con su vida lo que le diera la gana. Fue al supermercado y hizo acopio de comida.

Cuando estaba dentro de su tienda poniendo en orden todo lo comprado, apareció Agnes y pidió permiso para pasar dentro de la tienda.

La reacción inmediata y fulminante de Bernardo lo pilló a él mismo por sorpresa. Nunca esperó contestar de esa manera a Agnes ni a nadie. 

Gritó con contundencia un NO rotundo a Agnes agobiado por la situación. Vio el ceño fruncido en el rostro de Agnes que ahora también sufría y le pesaba como una losa la situación. Bernardo prácticamente la echó.

La reacción inmediata de Bernardo fue salir fuera de la tienda de campaña, quitar las estacas y arrastrarla para poner más distancia entre ella y él.

Fue un momento verdaderamente grave y agobiante que Bernardo intentó liberarse de aquella persona que le presionaba y le castigaba.

Anneke, posteriormente intentó mediar entre los dos. Sabía que le faltaba dinero para irse y entró por ahí para decirle que ellas podían prestarle. 

Bernardo lo rechazó. Le contó lo que pasó con Agnes en la playa y Anneke intentó justificar y disculpar a Agnes. La conversación le dejó la clara evidencia de que Agnes no entendía de arrepentimiento sino que pretendía coartarle su libertad de decidir por imposición.

Pasaron los días mientras esperaba la llegada de su dinero y Agnes nunca le pidió perdón. Nunca se disculpó. No sería la primera vez que intentó que la dejase pasar dentro de su tienda de campaña para entrar en su intimidad.

A los pocos días Bernardo recibió su dinero. Desmontó la tienda y preparó la mochila para irse. Pagó su estancia en el camping antes de dirigirse a la parada del autobús.

Entonces quiso devolver todo su sufrimiento a quien se lo había creado. Pasó por la tienda de campaña de Anneke y Agnes, y no estaban. Miró en el bar y tampoco. Fue a la playa y las vio sobre la arena a lo lejos. Empezó a andar por la orilla y tardó un rato largo en llegar a ellas.

Lo vieron llegar desde el principio y cuando llegó, amablemente les dijo que se iba, le dio un beso a Anneke que ella no rechazó.

Le dio un beso a Agnes en todos los morros sintiendo sus labios ardientes que para su sorpresa tampoco rechazó. Miró su cara pálida con aspecto mortecino y sus grandes ojos recibiendo toda la tensión de vuelta, dió la vuelta y se marchó por donde había llegado.


Regresó sobre sus pasos y caminó por la orilla de vuelta al camping, incluso corrió un poco para alejarse de ellas. Cuando llegó a la altura del camping volvió su rostro para verlas por última vez a lo lejos, antes de dejar la orilla, atravesar la arena y llegar al camping cruzando la carretera de El Rompido.

A poco llegó el autobús a Huelva y no volvió a mirar hacia atrás.


domingo, 22 de enero de 2023

Otilio, el don Nadie que se enamoró de una mujer prostituida

Otilio era uno de esos tipos duros nacidos en la posguerra, un don Nadie que solía robar gallinas y otros animales para revenderlos a algún avispado adinerado.

Era un verdadero delincuente que abusaba de las putas en los callejones oscuros y robaba carteras asaltando a sus víctimas en la oscuridad de la ciudad.

Un día hizo un trabajillo robando en un chalet y le salió tan bien que rebosó su cuenta particular con mucho dinero. Se creyó rico y comenzó a vivir como tal comprando una casa solariega con un pequeño jardín a la entrada del recinto y se paseaba por los cafés presumiendo ante mujeres de alcurnia. Pronto conoció a un hombre muy amable que se hizo muy amigo de él.

Poco a poco su nuevo amigo lo fue introduciendo en un círculo de personas con altos ingresos y conoció a un verdadero capo de la ciudad que pasaba por ser un gran empresario y casi sin darse cuenta el grupo lo absorbió como matón contra su voluntad.

Un día lo enviaron a sacarle los cuartos al dueño de un hotel y comprobó atemorizado cuan violentos eran los sicarios viendo cómo dejaron muy desfigurado al hotelero y hizo que echara la papilla de todo lo que había comido quedando su barriga revuelta asqueado de aquella violencia.

Agarró a su amigo por el cuello y este se revolvió poniéndole una gran navaja a punto de ser clavada en su estómago. Entonces comprendió que su amigo lo había captado y que aquello era un grupo organizado.

Eran los dueños de algunos de los mejores puticlubs de la ciudad. Llevaban una vida de lujo, secuestros y asesinatos. Comprendió que él no era ni la mitad de malo que aquellos matones, que solo era un delincuente común.

Ante su negativa a dar palizas lo colocaron de proxeneta a vigilar putas. Allí conoció a Magda, una puta de la que se hizo muy amigo hasta el punto de enamorarse de ella. Ella le contó que habían mujeres que se revelaban y desaparecían.

Llevaban una vida de deuda continua que nunca desaparecía. Aquellas que habían conseguido salir de aquel infierno tuvieron que abonar una considerable fortuna casi imposible de conseguir.

Un día se acercó al puticlub fuera de su horario y contrató a Magda. Pasaron una noche entera juntos y le pagó una gran cantidad considerable de dinero para pagar su libertad. Magda lo rechazaba pero Otilio la convenció para que se lo guardara y pagase su deuda.

Al otro día fue a su trabajo de vigilar putas y no encontró a Magda. Preguntó a algunas chicas dónde estaba pero no consiguió información, excepto de una chica morena que le dijo que le habían encontrado un montón de dinero y se la habían llevado.

Un Otilio enfurecido asomó por su rostro crispado. Fue a buscar a su amigo y sin contemplaciones le estrelló la cara contra un banco de piedra una y otra vez hasta que desfigurado le dijo dónde estaba.

Corrió hacia el muelle donde vio un yate precioso a punto de zarpar con el nombre que le había dicho su captador. Con una fuerza brutal asaltó el yate provocando un reguero de heridos ensangrentados.

Encontró al capo en el interior y sin mediar palabra lo arrojó contra los cristales de las ventanas una y otra vez hasta dejarlo casi muerto.

Se oyeron tiros y eso atrajo la atención de la Guardia Civil del puerto y sonó la alarma de zafarrancho. En unos minutos la guardia costera y guardia civiles a pie rodearon el lujoso yate, pronto se sumaron brigadas de la Policía Armada y todos apuntaban al interior esperando la orden de abordaje.


Empezaron a sorprenderse de ver salir a cubierta mujeres desnudas que habían sido violentadas, golpeadas, ultrajadas, muy delgadas con llagas profundas en sus cuerpos por las palizas.

Las ambulancias las abrigaban con toallas y sábanas mientras lloraban de miedo diciendo a los guardias que las iban a matar.

Empezaron a detener sicarios muy malheridos y los introducían en las furgonetas esposados a la espalda unos con otros.

Subieron a bordo observando la cubierta repleta de charcos de sangre y vieron salir del interior del yate a Magda siendo ayudada por Otilio.

Los guardias se abalanzaron sobre Otilio y le dieron un golpe con la culata derribándole al suelo, pero Magda lo protegió llorando pidiendo a los guardias que lo respetaran.

Un mando que estaba cerca lo oyó dio el alto y detuvo el acoso a Otilio. Los guardias se cuadraron ante su jefe y la mujer le dijo que él las había salvado, que las iban a matar. Magda no paraba de llorar y el mando aprobó las palabras de la dama.

- ¿Han oído a la señora?. Dejen a este hombre en paz y sigan buscando.

- ¡Sí, mi Comandante! - los guardias afirmaron bien fuerte y se cuadraron.

- Pues respeten. ¡Es una orden! - se cuadraron de nuevo y ayudaron a Otilio a levantarse con cuidado.

Lo esposaron y lo bajaron a puerto. No lo metieron en el furgón sino en una ambulancia para que fuese atendido por sus heridas no tan graves. Le esperaba unos cuantos años de presidio pero no le importaba. Sonrió por primera vez en su vida.


Otilio, el don Nadie que se enamoró de una mujer prostituida


sábado, 21 de enero de 2023

La llamaban Elo, la enchufada heredera de un puesto del ferrocarril

 

La llamaban Elo, y su único objetivo en la vida era tener un trabajo fijo en el ferrocarril gracias a su padre, cuyo único oficio fue heredar también de su padre el puesto en los ferrocarriles para llegar a ser jefe de tren y pretendía que su hija favorita heredara aquel puesto aunque ya tenía un hijo mayor que trabajaba de maquinista.


Ella conoció a Xavier en un concierto en la plaza toros y lo empezó a besar simplemente porque lo tenía al lado que fue donde ella miró.

Decidieron salir juntos y no había día que no fuesen a su casa ardientes de deseo para pasar horas desnudos en aquella cama dando rienda suelta a los placeres.

Así transcurrieron seis o siete meses, cada día una historia parecida para apagar el ardor de los deseos sexuales, hasta que ella cambió y empezó a crear problemas en la relación.

Le pidió que la esperara al menos durante un mes o dos meses y él como no sabía qué hacer o decir aceptó y la dejó ir.

Los dos tenían veinte años y toda una vida por delante. Al principio sonreía porque no tendría que quedar con ella pero pronto la echó en falta.

Un día fue a la casa de ella y la madre le dijo que no estaba y ninguneó al chaval con risitas y otras tonterías. Esto provocó en el chico una serie de preguntas cuyas respuestas eran incomprensibles. Él se preguntaba por qué no le trataban tan bien como habían tratado a ella en su casa.

Otro día en navidad fue a la casa de ella y antes de subir llamó al telefonillo y le contestó su padre con un insulto. El asunto terminó en la puerta de la casa de ella siendo detenido por la policía.

Dejó de ir a la casa de ella pero un día iba al cine y se cruzó con ella yendo con otro hombre. Ella le miró y agarró fuerte la mano de su amante. Él no se detuvo y siguió su camino hacia el cine. Fue uniendo cabos poco a poco de aquel "espérame uno a dos meses" y ya llevaba un año.

El chico fue creando un patrón de comportamiento de la actitud de ella. Un día se encontraron cara a cara y ella le sonrió muy amable. Pensó que lo tenía hipnotizado con su sonrisa pero ignoraba que su magnetismo estaba muy deteriorado. Xavier vio a dónde lo quería llevar ella y aguantó aquel tirón de voluntad que ella quería ejercer sobre él.

Pronto ella vio que su influencia estaba siendo nula, contrarrestada por la enorme rebeldía y naturaleza de él. Así que un día que ella quiso enmendar aquel magnetismo y influencia sobre Xavier se dejó encontrar y estuvieron paseando, hablando un rato muy largo.

Había pasado más de año y medio y en aquellos momentos ella le pidió a él vivir juntos. Lo que pasó por la cabeza de Xavier, todos los momentos amargos que le había hecho pasar la energúmena que tenía enfrente, provocó que la pusiera a prueba.


Empezó a darle cachetes en la cara mientras la chica lista esperaba se sorprendía de no haber obtenido una respuesta afirmativa, y se puso a llorar.

Los cachetes no eran golpes fuertes ni dejaban marcas pero ella se puso a llorar año y medio después de haberle dicho "espérame un mes o dos" mientras salía con todos los hombres que quiso pensando que podría mantener su influjo sobre él, y ahora la que lloraba era ella.

Xavier no sabía si lloraba por haber perdido el influencia sobre él o por saber que lo había perdido, pero aquella noche Xavier no pudo dormir porque deseaba romper aquel magnetismo e influencia que aún quedaba de ella y decidió ir a buscarla a su trabajo a la mañana siguiente.

Allí le salió un hombre que se entrometió en lo que quedaba entre los dos, saltó la valla que los separaba cuando Xavier le conminó a meterse en sus asuntos y empezó a darle puñetazos en la cara sin que él reaccionase. Se dejó caer al suelo. Le acaban de dar una paliza.
El gentío de mozos y mozas al otro lado de la valla se sintió decepcionado y empezaron a volver a sus quehaceres. Xavier estaba derrotando a toda aquella mierda que ella le metió en el cuerpo y en la mente.

Un día él conoció a una mujer hermosa en la playa, una alemana que estudiaba español para su carrera universitaria. Xavier salió con ella ese fin de semana y cogieron tal borrachera que recorrieron siete kilómetros andando, desviándose para desfogar eventualmente el inmenso deseo sexual que sentían el uno por el otro, antes de llegar a casa y dar rienda suelta a un apetito sexual insaciable de los dos jóvenes, él con veinticinco años y ella con veintisiete.

Ninguno durmió aquella larga noche, y por la mañana temprano Xavier la acompañó hasta la escuela mientras ella intentaba arreglarse para estar presentable. Al despedirse se dieron un largo beso puesto que se verían por la tarde.


Cuando regresaba a casa para bañarse y dormir, Elo se cruzó por la calle pero él siguió andando e hizo como que no la había visto. Continuó hacia su casa soñoliento por la larga noche, llegó y se echó sobre el colchón sin vestirse, y dijo "Hija de puta!. Cinco años después sigue apareciendo cuando menos la espero". Y se quedó dormido profundamente.

Semanas después Xavier seguía manteniendo la relación con la alemana. Pronto se volvería a su país. Ese fin de semana fueron al cine antes de ir por los bares de movida y acabar la noche de frenesí sexual en su casa. Justo tras salir del cine Khristi se estaba arreglando el vestido y se puso al lado la hermana menor de Elo, justo hacia donde Xavier miraba antes de echar a andar.


Él hizo caso omiso, agarró a Khristi de la cintura y echaron a andar dejando en la acera a la hermana de Elo, aquella que le dijo "mi hermana está saliendo con otros hombres", como si la cosa no tuviese su importancia. Lo mismo ella estaba también ahí.

Khristi se fue y Xavier no quiso agobiarse por su partida. Estuvo escribiendo a Khristi más de cinco años hasta que un día él decidió coger la mochila y perderse. Para entonces Khristi se había casado y tenía dos hijos.


Elo había seguido apareciendo y interponiéndose cuando Xavier menos lo esperaba. Así que cuando salió de la ciudad para recorrer mundo, sabía que Elo no lo iba a poder seguir ni aparecer por ningún sitio tan lejos.

Después de varios años Xavier volvía a casa por breve tiempo. Pasó por Granada donde estuvo unos días en un camping. Semanas después sacó un billete para volver a casa y subió al autobús. Al poco llegó una señora mayor y quiso sentarse en el asiento colindante y le pidió permiso porque no tenía número.

Xavier le explicó que tenía que sentarse en el asiento que le correspondía según su billete pero ella insistió. La señora se puso muy pesada y él aguantó aquel tirón hasta que llegó un hombre y intercambió su sitio con el colindante de Xavier que daba al pasillo. Xavier se quitó un peso de encima con la susodicha e insistente señora y cuando el autobús se puso en marcha se durmió.

Cuando despertó un mal presentimiento se apoderó de él. Miró a aquella señora mayor y ella le miró claramente sabiendo quién era él, se lo vio en los ojos, y sintió un malestar indescriptible al reconocer a la madre de Elo, la que se burló de él siete u ocho años atrás, la zorra aparecía justo el día que regresaba a casa después de varios años de mochilero.

Qué coño querían de él molestando con el asunto del billetito y el asiento. Ahí estaba, prácticamente a su lado oliendo su perfume y oyendo su respiración. Con lo grande que es el mundo y siguen tocando los cojones.


La llamaban Elo, la enchufada heredera de un puesto del ferrocarril


Cosas que las mujeres no quieren que sepas cuando mantienes una relación

Me considero un corredor impresionante y me gusta experimentar todo tipo de sistemas de entrenamiento. Estas experiencias me llevaron a la c...