El año 1965, Paquito era un niño pequeño muy observador. Vivía en una calleja de unos cuatro metros y medio de ancha que se alargaba de una punta a otra en un barrio histórico.
Juan
era su vecino, un tipo grande y enorme de 185 centímetros de altura
que tenía cuatro hijos, tres chicas y un chico, y cuando llegaba
muy borracho le pegaba a la mujer, bajita y pequeña de apenas 158
centímetros de altura.
En aquellos tiempos se
consideraba trifulcas de matrimonio. El marido era un jornalero del
campo donde echaba su jornada de sol a sol cuando no estaba en la
taberna dándole al vino rancio de barril.
Un día llegó
tan borracho que se le fue totalmente la cabeza, y aunque apenas se
sostenía de pie empezó a pegarle a la mujer.
Esta cogió un palo y se defendió de aquel león
enfurecido y amargado, pero el borracho enseguida se dirigió a la
humilde habitación donde duermen sus hijos y empezó a pegarles con los nudillos en las cocorotas mientras la mujer le pegaba con el palo defendiéndolos
de la grave agresión.
Los vecinos se agolpaban a la puerta de aquel hogar abierto de par en
par sin atreverse a entrar escuchando dentro gritos, llantos
y porrazos.
Finalmente algunos hombres y mujeres
entraron en aquella habitación y vieron a Juan enfurecido pisoteando a su mujer. Sus dos hijas agarradas a su
espalda le pegaban y el hijo intentaba sacar a su madre de debajo de
las piernas de su padre. La más pequeña lloraba desesperada muy asustada.
Al ver a los intrusos Juan se
enfureció más y gritó a todos que saliesen de su
casa. Los niños soltaron a su padre y se refugiaron tras los
vecinos. Algunos hombres rodearon a Juan intentando calmarle y las mujeres consiguieron sacar a su mujer de debajo de sus piernas.
Perder
a su presa lo trastornó y empezó a propinar puñetazos a los hombres que sorprendidos empezaron a
defenderse de los golpes del borracho, y Juan recibió un
golpe directo que lo tumbó en el suelo.
Empapado en sudor,
aparentemente derrotado, Juan gritaba a todos los vecinos que se
fueran de su casa, les escupía y los mandaba a la mierda a meterse en sus asuntos.
Llegó la Guardia Civil con sus tricornios negros
pidiendo paso entre el gentío hasta llegar a Juan, que echado sobre el
suelo apoyado en la pared, arremetió contra los guardias
violentamente llamándolos de todo menos bonitos como un demonio, escupiendo para que se fueran
de su casa a la puta mierda.
Incluso intentó morderlos en las piernas ya que no tenía fuerzas para levantarse ni dar puñetazos, y fue cuando recibió un
golpe con la culata del subfusil en toda la cara que lo dejó soñando.
Lo cogieron entre varios guardias a una orden
del sargento y lo sacaron a la calle donde esperaba el coche
patrulla Renault 4.
Lo esposaron por si se despertaba durante el
trayecto. Lo metieron dentro ayudados por los vecinos que tiraban del gigante por la otra puerta arrastrándolo hacia dentro, y se lo
llevaron.
Enseguida llegó un coche Seat 1500 de la Cruz
Roja para atender a los heridos, mujer e hijos de Juan y algunos vecinos
que habían recibido golpes intentando proteger a la familia.
Juan
pasó varias semanas en un calabozo hasta que lo soltaron. Entró
andando por la calleja de su barrio como un santón observado por los vecinos hasta entrar en su casa.
Seguido por la
mirada de su esposa, sin dirigirle la palabra, fue directamente a la
habitación del matrimonio, se desnudó y se echó en la cama a dormir
para volver a su trabajo en el campo a primeras horas del amanecer.
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