sábado, 7 de enero de 2023

Las busconas válidas del pasillo de la panadería

La semana pasada fui a comprar pan al supermercado de mi barrio, me puse de lado para dejar pasar a la gente por el pasillo de apenas metro y medio de ancho.

Doblaba medio cuerpo hacia abajo para coger siete bollos que iba metiendo en una bolsa pequeña de papel cuando sentí que me estaban tocando el culo.

Levanté el cuerpo y había una señora mayor haciéndose la tonta con una bolsa. Le dije que retrocediera saliendo de mi espacio personal y escuché a mi izquierda la voz tenue de otra mujer que podría ser la hija.

No sé qué intentaban decirme ni me interesaba, pero volví a decirle a la señora mayor que abriera espacio y que no me tocara el culo. 

Pretendían decirme algo pero yo prestaba oídos sordos y empecé a decirle a la señora mayor "Eso es lo que tiene que hacer", en referencia a que dejase de tocarme el trasero. 

Cogí el último bollo sin que la individua abriera espacio para dejarme maniobrar, aunque ya no me tocaba el culo. Ella insistía en hablar conmigo y me susurraba cosas que no entendía por mi discapacidad auditiva mientras la hija le hablaba a ella otras que yo no podía captar. 

Abandoné el lugar y me alejé por otro pasillo poniendo distancia entre las busconas y yo. Pasados unos minutos volví casi al mismo pasillo buscando una botella de vino Moscatel para pasar la Nochebuena. 

Pensé que se habrían ido pero las muy brujas estaban aún allí observándome con la mirada fija en mis ojos como si no hubiesen roto calzoncillos en su puñetera vida. La madre y la hija buscando farlopa para que las mantenga. 

Que me digan que la vida es así, es lo mismo que lo que me dijo un conocido mío que es gay "Si no tienes pareja no validas." 

A saber este individuo por qué no tiene pareja y valida sin tener de pareja a una mujer, que tiene de pareja a otro hombre. Y que el acoso a mis sesenta años continúe, es para ponerme a cortar cabezas y no dar abasto.

Todavía recuerdo mis primeros años juveniles sufriendo la supuesta decencia de chicas de mi edad que si les dabas un beso llamaban a la madre.

Tuve que buscarme una vida para tener relaciones en las discotecas de la Costa, en plan ligón, para acumular lechos de relaciones eventuales de verano con mujeres de mayor edad que yo, aparentando tener dieciocho años teniendo dieciséis o diecisiete.

Cuando mi cuerpo dejó la adolescencia, muchas chicas me veían bastante guapo y me echaban los tejos sentenciándome con un "Ya estoy preparada" que me dejaba perplejo.

¿Preparada para qué?. Para tenerme de marido perrito faldero imponiéndome una hipoteca y complicándome la vida?.

A los dieciocho años, la víspera de irme a la mili, tuve la desagradable experiencia de una relación platónica de casi año y medio saliendo con individua de El Palo, una mocita de mi edad que me cortaba por lo sano toda vez que quería tener una relación sexual con ella.

Un día nos pusimos de acuerdo para tener nuestra primera relación sexual y cuando estábamos completamente desnudos besándonos, la tía me dejó tirado. Se vistió y no quiso tener ninguna relación. 

Que nadie se engañe, ella lo tenía previsto. Su puesta en escena fue magistral. Lo difícil fueron las siguientes horas que estuvimos paseando juntos por la calle que ni se inmutó ni me pidió perdón. 

Su objetivo fue crearme remordimientos, pero ignoraba que yo estaba muy corrido y sabiendo que ella estaba mucho más corrida que yo. A saber cuántos cabrones habían pasado por sus faldas.

Todavía aguanté con ella seis meses porque tuve que irme a la mili, a León y después a Valladolid, ochocientos y setecientos kilómetros de mi ciudad. Cuando regresé no tardó mucho tiempo en cortar conmigo y yo lo aplaudí. 

Ella por supuesto se hizo la víctima enfadándose porque las cartas mías que le llegaban contenían el apellido materno equivocado y su madre se le quejaba. 

Un día me la encontré en la parada autobús en el centro de la ciudad yla saludé. La maestría con la que me maltrataba era terrible. Me echó una bronca descomunal delante de mucha gente que estaba esperando el autobús. Me amenazó para que dejara de llamar por teléfono a su casa sin preguntarme si era yo quien llamaba. Me volví y me fui de allí sonriendo con alegría. ¡Por fin me liberé de semejante esperpento!.

Transcurrieron muchos meses y un amigo del barrio me invitó a tomar unos vinitos en la bodega cercana, apenas cien metros, y me la encontré allí con su novio. ¡Qué casualidad que un amigo me invite a ir allí cuando nunca me ha invitado!.

La casualidad fue hacerse diez kilómetros y medio para venir a mi zona, a cien metros de mi casa, a beber un vinito con un novio y tener la caradura de no inmutarse. 

Como esta mujer tuve unas cuantas en mi temprana juventud, todas creando problemas. Aprendí que "si en tres días no hay relación sexual, no habrá ninguna." Que vayan a santiguarse con otro!.

Y que me digan que "Así es la vida" respecto a las dos busconas del supermercado me hierve la sangre. La vieja que me toca el culo y la joven que pretende que tenga una relación sexual con ella para mantenerlas.

Los psiquiatras no darán abasto con estas enfermedades mentales. La grave panacea mental profunda inunda la sociedad y la mente de quienes dicen que esto valida. 



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