martes, 7 de febrero de 2023

Delfina, la inmigrante sudamericana que nunca estuvo casada

Delfina era una mujer inmigrante sudamericana que maltratada fue detenida y apartada de sus hijos.

Todo empezó estando embarazada de su pareja de la cuál se separó sin haber estado nunca casada.

Durante una revisión médica con el ginecólogo, el médico le abrió un informe que entregó a la policía, por encontrarla en crisis de ansiedad con trastorno depresivo.

En el informe se narraban las secuelas por los malos tratos recibidos, físicos y psicológicos, de los que había sido víctima durante años.

Aquello abrió un proceso.

Al principio de su relación, ella esperaba la concesión de la nacionalidad. Su pareja parecía ser el hombre de su vida. Todo perfecto hasta que empezaron a vivir juntos, y la empezó a aislar.

No la dejaba ver a su familia ni a las amigas porque se ponía violento y le pegaba. Y encerrada en casa poco a poco la fue anulando.

A los malos tratos recibidos se sumó el maltrato institucional que le provocó desconcierto y consternación.

En la vista contra su ex pareja, la sentencia absolvió al hombre. El juez llegó a decir que no encontró pruebas para condenarlo y consideró el testimonio de Delfina no creíble, por ser una mujer culta con estudios superiores como para no haberlo denunciado nunca.


Tiempo después su ex pareja tenía interpuestas un numeroso cupo de denuncias acusándola de querer sustraer a los hijos con la intención de llevárselos al extranjero.

Esto lo justificaba que ella se sentaba en un banco de la plaza frente a la vivienda donde ya entonces, él vivía con su esposa, otra mujer, con el infinito deseo de ver a sus hijos.

Con ello, el individuo logró que los jueces de lo civil le quitaron a Delfina la patria potestad para concedérsela de forma no definitiva.

La mujer entonces estuvo varios años sin poder ver a sus hijos a pesar de que no existían órdenes de alejamiento ni prohibición que le impidiera verlos.

Era evidente que Delfina sufría una trama judicial en los retorcidos juzgados de la ciudad donde seguía siendo una inmigrante.

Esto destrozó la poca fe en la justicia que le quedaba a la mujer. Aquella estratagema de su ex pareja fue muy hábil gracias a su abogado.

Mientras, ella siguió trabajando de camarera en el mismo restaurante que los últimos diez años. Su vida habitual consistía en trabajar.

El ex marido sin embargo siguió denunciándola para impedir que se acercara a la casa donde vivía con sus hijos y su esposa.

Solicitó una y otra vez de forma urgente la detención de su ex pareja, a pesar de que los jueces afirmaban que no se podía proceder porque no concurrían supuestos legales, ya que Delfina comparecía ante el tribunal con su abogada y procurador siempre que se le solicitaba.

El proceso mostraba extraños favoritismos con las solicitudes de su ex pareja y padre de sus hijos, hasta visualizarse graves irregularidades jurídicas.

Los medios empezaron a llamarla "Madre loca" con supuestas dudas razonables que observaban en los juicios obviando con alevosía los malos tratos y el vapuleo institucional.

Un día emitieron la ejecución forzosa de detención contra Delfina en la que los jueces obviaron las infracciones y la mujer fue vapuleada y menospreciada de forma inaudita con actuaciones oscuras y nefastas sacadas de un marco jurídico medieval.

Dichas actuaciones contó con el beneplácito de la fiscal a pesar de las evidencias ilegales en una jurisdicción civil por no concurrir los supuestos para pedir la detención de Delfina.

La única circunstancia que podía haber motivado la acción de una medida penal, sería el grave riesgo para la salud o la integridad de los menores, circunstancia que no fue acreditada por el simple hecho de que la mujer se sentara en un banco de la plaza con la esperanza de ver a sus hijos.

La detención de Delfina fue innecesaria pero ninguna de las argumentaciones frenaron a aquellos jueces de lo civil y hicieron que la policía la metiera en un calabozo sin motivo para tenerla detenida.

Delfina, encerrada, interpuso un "Habeas Corpus", un mecanismo legal para proteger a los detenidos de arrestos arbitrarios que obligaba a comparecer ante un juez de forma inmediata con el fin de determinar si el arresto era conforme a la legalidad.

Pero no ocurrió nada, Delfina continuó detenida contra su voluntad varios días, lo que constituyó una violación de los derechos fundamentales, cuyo recurso de amparo fue presentado ante el Alto Tribunal, pero no progresó.

Tiempo después en una vista la declararon culpable con pena de prisión de poco más de dos años, equivalentes a los años de inhabilitación para ejercer la patria potestad por su supuesto intento de sustracción de menores.

Todo ello a pesar de no quedar probado que sentándose en el banco de la plaza pretendiese sustraerlos y llevárselos al extranjero.

El juez así lo estimó. Aplicó el intento de sustracción de menores pretendiendo que la mujer incumplió gravemente la resolución que la despojó de la patria potestad.

Meses más tarde hubo otra vista que sorprendió por su rapidez, ya que los procesos judiciales suelen ir extremadamente lentos en los casos de juicio civil.

En la vista se decidió la custodia definitiva de los menores ante la condenada. Delfina fue inhabilitaba para la patria potestad. Perdió definitivamente a sus hijos. Incluidos el recién nacido.

En prisión se hizo muy amiga de una compañera de celda sin saber que aquello convertiría su vida en un infierno.

Salió de forma prematura previo pago realizado por un extraño abogado aconsejado por su amiga.

Unos hombres amigos de su compañera la esperaron a la salida de prisión y se la llevaron a un piso donde la obligaron a ejercer la prostitución para pagar el dinero que supuestamente les prestó para su prematura salida de prisión.
Delfina quedó hundida en la mugre recibiendo palizas del proxeneta encargado de cobrar la deuda. Toda vez que el individuo entendía que no recaudaba bastante dinero le daba una paliza.

José Francés era un ex abogado que había dejado la abogacía para dedicarse a su carrera de escritor de novela negra y se había convertido en uno autores más vendidos del país.

Un amigo le contó lo que ocurría en una vivienda de un piso cercano a donde vivía y el ex abogado escritor cogió gran interés por el asunto que su amigo le contaba.

Estuvo algunos días en la casa de su asunto amigo y fue testigo de lo que ocurría en aquella vivienda prostíbulo. Incluso vio al chulo darle una paliza a la prostituta Delfina porque al parecer no recaudaba lo suficiente para pagar su préstamo.

Cuando el chulo se fue, José Francés habló con Delfina y consiguió convencer a la mujer para apoyarla en un juicio humanitario que la liberara de aquel infierno.

El escritor decidió entonces defenderla por motivos humanitarios sin saber que en el ICA le habían dado de baja como abogado. Se olvidó de pagar las cuotas sin que recibiera notificación alguna al respecto.

Cuando presentó la denuncia para defender a Delfina, provocó que no se activaran los protocolos para proteger a la víctima y se iniciara un procedimiento para deportarla.

Cuando acudió al juez, José Francés fue detenido por agentes de policía por un presunto delito de intrusismo profesional.

Para su fortuna, el juez que llevó su caso archivó el presunto delito de intrusismo trasladando su malestar por lo ocurrido.

El famoso escritor decidió entonces no tomar acciones legales contra el otro juez que provocó su detención.

Se concentró plenamente en la defensa de la prostituta Delfina contra el proxeneta que la maltrataba.

El ex abogado ganó el juicio humanitario en favor de Delfina, consiguiendo liberarla del yugo de la prostitución, además de que no la deportaran y obtuviese la nacionalidad.

Algunos años después el ex abogado escribió un libro que se convirtió en un auténtico best seller de gran éxito, donde describía detalles del caso con personajes ficticios y nuevos conocimientos de lo que le ocurrió a Delfina, y cómo se cruzaron sus vidas para defenderla en un juicio humanitario.

En su sofisticado relato describió cómo un juez, sea del extremo que sea, corrompe y hace mucho daño a las instituciones de justicia y a la democracia del país.

Subrayó con énfasis el sufrimiento al que fue sometido su espoas, la madre de su hijo.


Delfina, la inmigrante sudamericana que nunca estuvo casada

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