Leo era un chico que trabajó en los negocios de cocina con su padre desde temprana edad. Siendo pinche a la edad de dieciséis años empezó a recibir palizas periódicas.
Trabajaban
en un hotel de la costa que se llenaba de extranjeros de todos los
países de Europa y Estados Unidos. Era un sitio privilegiado a cien
metros de la playa rodeado de monte y campo.
Un día
estaba limpiando merluza congelada y fuera por lo que fuera que Leo
ensoñara despierto sin dejar de trabajar, su padre, jefe de partida,
delante de todos en la cocina, le dio una paliza para que dejara de
ensoñar.
Qué podría haber en la ensoñación que fuera
malo para la vida o para vivir?. Qué envidia o odio despierta en
otros aquellas personas que tienen capacidad para la ensoñación
despiertos?.
Lo cierto es que Leo se estaba convirtiendo
en un joven muy pero muy atractivo. Algunos camareros y cocineros del
hotel intentaron buscarle un mote sin conseguirlo. Demasiado
inteligente para mentes y pensamientos simples.
El
caso es que aquello se fue convirtiendo en un infierno para el pobre
Leo y él ya había empezado a cavilar profundamente la forma de
crear verdaderos problemas a aquellos individuos de la cocina y el
resto del hotel que se quedaban quietos ante tales agresiones aunque
fuera de su padre. Es que ni el mismo jefe de cocina allí delante
mismo, hizo nada ni le llamó la atención al agresor por lo que
ocurría en sus narices, incluso se rio como todos.
Solo
el jefe de economato fue un hombre decente que un día en su horario
de descanso coincidió con Leo en el paseo marítimo y se sentó con
él para decirle que denunciase a su padre a la Guardia Civil. Pero
Leo le dijo que no, porque él solo tenía dieciséis años, ya lo
había pensado y no saldría bien.
Fue pasando el tiempo y
lo que fue su problema con su padre y el hotel se empezó a convertir
en un problema de confrontación entre el hotel y su padre. Ahora le
pegaban con razón. No estaba a su horario en la cocina, pasaba la
noche bailando en las discotecas chocheando con extranjeras y no iba
por casa. Le pedía dinero al hotel de su sueldo y después llegaba
su padre para cobrar y le daban el resto. Se había convertido en un
problema y acababa de cumplir diecisiete años.
Al
final lo echaron de trabajar en el hotel con una indemnización
sustanciosa porque le quedaba un año de contrato. Se había
convertido en un chico muy atractivo y hermoso.
Su padre
seis meses después había cogido la cocina de un bar restaurante
donde se daban cantidades importantes de desayunos. Su horario se
extendía desde las 6 horas de la mañana hasta las 20 horas de la
noche. El resto del día su padre que llegaba del mercado de abastos
antes de las 12 h del mediodía hasta que cerraba ya a las 24 h.
Las
agresiones empezaron a ser continuas y diarias y él no sabía hasta
cuándo iba a aguantar. Los camareros del negocio no se llevaban bien
con él por el mero hecho de ser diferente y algunos eran auténticos
sádicos en el trato además de ser algunos, de la acera de
enfrente.
Todos los días encontraban una queja en la que
el único culpable era Leo, que no sabía qué buscaba esta gente
pero lo intuía, esas miradas morbosas y esas maneras de acercarse al
chaval decían muchas cosas. Qué historias le contaban a su padre
para que cada día nada más llegar, la emprendiera a golpes
con lo primero que pillara, con la escoba o arrojándole cosas por la
cabeza incluso la olla caliente o hirviendo y obligarlo así con todo
encima a llevarle un plato de bacón con huevos a los clientes
dándole patadas y puñetazos, llamándole "guapito de cara"
mientras nadie hacía nada y algunos se reían.
Más
pronto que tarde Leo compró una mochila y una tienda de campaña de
lo más barata y un día por la tarde cuando regresó más temprano
de lo habitual del trabajo con su moto, llegó a su casa, cogió la
mochila, dejó las llaves a la vista y se dirigió donde vivía su
madre.
La pobre lloraba pidiéndole que no se fuera pero él no aguantaba más. Ella le acompañó a la estación del ferrocarril y sacó billete a cualquier parte. Su madre lo abrazó llorando y le dio dinero y el número de teléfono para que llamará a donde ella vivía y el tren silbó y se llevó a Leo para vivir otra vida.
Creo que la víctima y su verdugo ha sido personal reales... y el autor de esta historia conoce muy bien las características y labores de un hotel. Un drama lastimoso.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarPor supuesto es una historia real. La mayoría de lo que cuento aquí son historias reales. También conozco personalemente a quien lo ha vivido. Muchas gracias por su comentario.
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