miércoles, 15 de febrero de 2023

Leo, el chico que trabajó en los negocios de cocina de su padre. Leer lee lecturas.

Leo era un chico que trabajó en los negocios de cocina con su padre desde temprana edad. Siendo pinche a la edad de dieciséis años empezó a recibir palizas periódicas.


Trabajaban en un hotel de la costa que se llenaba de extranjeros de todos los países de Europa y Estados Unidos. Era un sitio privilegiado a cien metros de la playa rodeado de monte y campo.

Un día estaba limpiando merluza congelada y fuera por lo que fuera que Leo ensoñara despierto sin dejar de trabajar, su padre, jefe de partida, delante de todos en la cocina, le dio una paliza para que dejara de ensoñar.

Qué podría haber en la ensoñación que fuera malo para la vida o para vivir?. Qué envidia o odio despierta en otros aquellas personas que tienen capacidad para la ensoñación despiertos?.

Lo cierto es que Leo se estaba convirtiendo en un joven muy pero muy atractivo. Algunos camareros y cocineros del hotel intentaron buscarle un mote sin conseguirlo. Demasiado inteligente para mentes y pensamientos simples.


El caso es que aquello se fue convirtiendo en un infierno para el pobre Leo y él ya había empezado a cavilar profundamente la forma de crear verdaderos problemas a aquellos individuos de la cocina y el resto del hotel que se quedaban quietos ante tales agresiones aunque fuera de su padre. Es que ni el mismo jefe de cocina allí delante mismo, hizo nada ni le llamó la atención al agresor por lo que ocurría en sus narices, incluso se rio como todos.

Solo el jefe de economato fue un hombre decente que un día en su horario de descanso coincidió con Leo en el paseo marítimo y se sentó con él para decirle que denunciase a su padre a la Guardia Civil. Pero Leo le dijo que no, porque él solo tenía dieciséis años, ya lo había pensado y no saldría bien.

Fue pasando el tiempo y lo que fue su problema con su padre y el hotel se empezó a convertir en un problema de confrontación entre el hotel y su padre. Ahora le pegaban con razón. No estaba a su horario en la cocina, pasaba la noche bailando en las discotecas chocheando con extranjeras y no iba por casa. Le pedía dinero al hotel de su sueldo y después llegaba su padre para cobrar y le daban el resto. Se había convertido en un problema y acababa de cumplir diecisiete años.


Al final lo echaron de trabajar en el hotel con una indemnización sustanciosa porque le quedaba un año de contrato. Se había convertido en un chico muy atractivo y hermoso.

Su padre seis meses después había cogido la cocina de un bar restaurante donde se daban cantidades importantes de desayunos. Su horario se extendía desde las 6 horas de la mañana hasta las 20 horas de la noche. El resto del día su padre que llegaba del mercado de abastos antes de las 12 h del mediodía hasta que cerraba ya a las 24 h.

Las agresiones empezaron a ser continuas y diarias y él no sabía hasta cuándo iba a aguantar. Los camareros del negocio no se llevaban bien con él por el mero hecho de ser diferente y algunos eran auténticos sádicos en el trato además de ser algunos, de la acera de enfrente.

Todos los días encontraban una queja en la que el único culpable era Leo, que no sabía qué buscaba esta gente pero lo intuía, esas miradas morbosas y esas maneras de acercarse al chaval decían muchas cosas. Qué historias le contaban a su padre para que cada día nada más llegar, la emprendiera  a golpes con lo primero que pillara, con la escoba o arrojándole cosas por la cabeza incluso la olla caliente o hirviendo y obligarlo así con todo encima a llevarle un plato de bacón con huevos a los clientes dándole patadas y puñetazos, llamándole "guapito de cara" mientras nadie hacía nada y algunos se reían.

Más pronto que tarde Leo compró una mochila y una tienda de campaña de lo más barata y un día por la tarde cuando regresó más temprano de lo habitual del trabajo con su moto, llegó a su casa, cogió la mochila, dejó las llaves a la vista y se dirigió donde vivía su madre.

La pobre lloraba pidiéndole que no se fuera pero él no aguantaba más. Ella le acompañó a la estación del ferrocarril y sacó billete a cualquier parte. Su madre lo abrazó llorando y le dio dinero y el número de teléfono para que llamará a donde ella vivía y el tren silbó y se llevó a Leo para vivir otra vida.



3 comentarios:

  1. Creo que la víctima y su verdugo ha sido personal reales... y el autor de esta historia conoce muy bien las características y labores de un hotel. Un drama lastimoso.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Por supuesto es una historia real. La mayoría de lo que cuento aquí son historias reales. También conozco personalemente a quien lo ha vivido. Muchas gracias por su comentario.

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