Manola estaba charlando de su pasado con Lucas, un amigo que había conocido en un viaje. Se sentaron en la mesa de la terraza de un bar contándose lo que les había ocurrido en la niñez, la adolescencia y la juventud temprana.
Hablaban
del trabajo de servicio doméstico que ambos habían vivido de alguna
forma u otra, la falta de protección de las políticas sobre los
trabajadores de este tipo de trabajos que siempre benefician a
señoritos y gente pudiente.
Decía Manola que lo de
cuidar personas mayores dependientes está muy mal pagado. Cuidar
ancianos no está pagado ni está reconocido y suele ser un trabajo
muy duro.
Ella empezó en estos trabajos a raíz de la
crisis de 2008. Su empresa como muchas otras de seguridad, quebró.
Empezaron a sustituir personal cualificado por auxiliares. La edad
influyó y la empresa empezó por despedir trabajadores a partir de
45 años, precisamente la edad en la que ya nadie los quiere en
ningún sitio.
Lucas tenía claro que la edad influye. Se
lo había dicho a muchos que le excluían a él y ahora lo están
sufriendo. Él fue víctima de ellos.
Manola también se
consideró una víctima del sistema, no de nadie en concreto sino una
víctima más, "soy superviviente y el que me la hace me la
paga", le decía a Lucas.
Él la creía y siguió
oyendo lo que ella le contaba, que había denunciado más de una vez
a empresas y había ganado judicialmente lo que le intentaron
restarle laboralmente. Porque no todo el mundo llama al SEPE para que
le valoren un contrato y muchas cosas ocurren por nuestra propia
ignorancia. Lo cierto es que tal como están las cosas cualquiera
puede terminar en una tienda de campaña o en la calle.
En
el mundo laboral existen los excluidos porque no les gustan las
personas con ideas diferentes, porque yo con mi familia nunca tuve
una buena relación, son profundamente machistas y retrógrados. Me
da igual porque yo sigo con mis ideas y sin ellas no sería yo. Y el
tiempo me da la razón siempre, aunque ellos no. Ni falta que me
hace. Me la da el tiempo y el tiempo no se equivoca nunca, pero ellos
se equivocan siempre.
Yo con treinta años tenía muy
claro que si quería acertar tenía que hacer todo lo contrario de lo
que me ordenaran y aconsejaran. La cosa empezó a ponerse fea cuando
tenía 16 años pero yo la tuve fea siempre.
Me fui de mi
casa con 19 años a causa del ambiente irrespirable. Ellos ordenaban
y una obedece, pero lo cierto es que yo nunca obedezco algo que
considere que no está bien, y me daba igual quién lo mandase, como
si lo manda el Rey.
Dicen que soy una rebelde y cosas de
esas... Pero no me acobarda decir que mi padre era un maltratador
físico y mi madre una maltratadora psicológica. Rebelde porque no
obedeces?. Con mi padre que me pegaba literalmente a diario. Llegó
un tiempo en que él me pegaba pero yo a él también y mi madre en
vez de defenderme tenía broncas todos los días. Aún así, no
consiguieron nada de mí, porque tiene que ser lo que yo piense y
decida y nunca lo que me digan ellos.
Lucas escuchaba con
enorme atención lo que le iba relatando su amiga Manola. Preguntó
si le pegaban a diario porque a él empezó a ocurrirle lo mismo.
"Pues a diario, quizás día sí día no". Respondió que a
él llegó un momento en que le pegaban todos los días.
Manola
siguió contando que se escapó de casa con 8 años y la obligaron a
volver, y eso dice bastante de ella y de ellos. Entonces no era como
ahora que a los niños se les escucha y hasta los colegios
intervienen en ello.
Por aquel entonces no ayudaba nadie.
Maltratar niños y adolescentes salía gratis aunque el maltratador
fuese un padre policía o guardia civil, nadie se atrevía meterse en
estos casos.
Ella se volvió muy salvaje y por eso él le
pegaba más y hasta llegó el momento que ella aprendió a pegarle
también a él. Ese día le dijo la suerte que tenía de que fuese
mujer porque si fuese un tío ya le habría matado. Pero ella sabía
que eso no importaba.
Ella era una superviviente. A ella
nadie la iba a joder, porque si lo intentaran ella les jodería. Todo
lo que no nos mata, acaba por hacernos muy fuertes.
Lucas
le dijo a Manola que él lo que hizo fue irse de casa porque lo que
ocurría es que llegó el tiempo que le pegaban todos los días y no
podía aguantar más.
"Hiciste bien. Te comprendo, yo
tampoco podía aguantar más", le dijo Manola.
"Mis
padres no vivían juntos", le contestó Lucas.
Le
dijo Manola que sus padres sí vivían juntos y que por
circunstancias de la vida vivían cerca de su casa, en su pueblo,
aunque nunca fue a verles nunca más. Los vecinos hablan de ello pero
eso a ella le daba lo mismo porque siguen siendo maltratadores.
Ella
ahora tiene 50 años y nadie puede obligarla ni a quererles ni a
aguantarles. Se fue con diecinueve años y en treinta años apenas
los ha visto. Pasan por delante de su casa y los ve por la ventana o
por el balcón, y a veces los saluda, pero a su casa no va nunca ni
de visita.
Lucas le dijo que él si volvió a casa, pero
de su madre. Volvió y cogió el toro por los cuernos y empezó a
doblarle la cabeza con el paso de los años poco a poco. Y desde el
primer momento empezó a vivir como a él le gusta, como ha
querido.
Manola le respondió que había muchas maneras de
retorcerles el cuello, porque su madre le ha dicho muchas veces que
vaya, pero ella no va a ir. Es su manera de torcerle el cuello al
toro.
"Pues mejor. Yo sí fui. Pero a verlo en un
bar, no en su casa - le dijo Lucas - Y así todos los años".
Pero
para Manola era distinto, ella pasaba totalmente de ellos y se los
hacía saber con su actitud, que le importaban un bledo. Y de esta
forma les jodía cien veces más que todos sus reproches. Lo hacía
no por joderles sino porque eran tóxicos.
"El
orgullo del viejo era que no quería ser cuidado por mí pero lo dejé
estar en su pequeño local donde vivía hasta que murió" le
contó Lucas.
"Ya está bien de sufrir por culpa de
ellos, menuda infancia y adolescencia de mierda me dieron. A estas
alturas, se mueren y a mí me da lo mismo" - respondió
Manola.
"Se ponen los pelos de punta. Yo no gasté
confianzas con mi padre pero en el bar donde nos veíamos me quería
calladito. Poco a poco fui alterando la cosa y no le gustaba que yo
hablase más de la cuenta" le dijo él.
"Pues
para ellos es un bochorno que yo esté en el mismo pueblo y no vaya a
su casa ni a verlos" dijo ella.
"Bochornoso para
lo que dice la gente" contestó.
Pero
todo el pueblo sabía que a las niñas mayores les pegaban. A ella
más porque era más bocazas. Las leyes romanas que dictan que para
los niños la conservación del apellido para las niñas trabajos
esclavos y ninguneos. Puede haber algo más machista que eso?.
Para
algunas personas ir a su casa, es como aceptar sin palabras que todo
está bien, pero no lo está. Así es como Manola piensa y no va a ir
nunca, se quedará en su modesta casa de alquiler mientras les jode
con su sola presencia lo que les queda el resto de la vida. Un modo
de anular el rollo machista arcaico aunque sea sin palabras.
Sé fuerte porque contra una persona fuerte no hay machismos ni abusos que valgan.